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martes, 21 de noviembre de 2017

LA GUERRA DEL CANTÓN


La Guerra del Cantón, calificada como la primera República Española fue quizá el momento de mayor disparate, deslealtad y caciquismo de todos los vividos. Con cinco gobiernos en un año, el Estado era una inmensa herida supurante, una ruinosa casa de putas en manos de masones primerizos y asustados, que se desangra en luchas cada vez más minúsculas, más locales. Con la perenne guerra Carlista se vio complementada con la delicia ibérica del episodio cantonalista, llegando con ello a cotas habituales de desmadre.

Quiso la historia, y el temperamento levantino, que es de traca, que las tierras de la cuenca del Segura dieran en ese trance sucesivas campanadas, a cual más sonada. Fue cuando el cantón de Cartagena declaró su Independencia durante el 12 de julio 1873 así hacerse con uno de los más importantes arsenales militares del imperio Español y ensaya la expansión imperial. Se acuñó monedas cantonales y se reproducen periódicos mientras el de Jumilla amenaza con una solemne declaración de guerra al de Murcia.

La revolución cartagenera trató de ganarse la complicidad del naciente socialismo internacional para tener un padrino y ver de echar raíces, pero un tal Federico Engels no tardó en calcularla y describirla como “un movimiento político con el único propósito de ser poder y continuar explotando a la clase trabajadora”.La plaza fortificada de Cartagena fue el de más larga en duración de todos los cantones pues consiguió resistir el asedio de las fuerzas del gobierno centralista hasta el 12 de enero de 1874 con un bombardeo incesante hasta que sus jerarcas huyeron a Argelia y dejaban atrás una ciudad devastada con más del 70 % de los edificios habían sido destruidos o presentaban graves daños como el ayuntamiento o la catedral.





La fragata Méndez Núñez, y al fondo la Elísabet (Cantón de Cartagena, 1873)



Debido a la dificultad que tuvieron los insurrectos durante el Sitio de Cartagena de aprovisionarse en otras ciudades, se acuñó moneda propia para sufragar y sostener los gastos derivados de la revolución. Toda la plata que se conseguía procedente de las minas de Mazarrón y de objetos de plata que se pudieron incautar, era fundida, laminada y preparada para la acuñación. Las monedas de duro tuvieron un peso superior, entre 26 y 28 gramos, por encima de los 25 gramos, que era el peso oficial para los duros, y se acuñaron unas 150 000. El peso de las monedas de 10 reales estaba entre 13 y 14 gramos. Las monedas se acuñaron en el Arsenal de Cartagena y se utilizaron las máquinas de estampación para útiles de barcos.
Cuando una revolución necesita fondos lo normal es que lo haga emitiendo vales a los que denomina billetes y lo haga de forma descontrolada para poderse sufragar. En el caso del Cantón de Cartagena no se hace esto, sino que se acuña moneda de una forma más honrada. Las monedas son de mayor pureza y peso que las gubernamentales.

Las monedas de plata de cinco pesetas (el duro) y de diez reales (medio duro) no llevan figura alguna, sino sólo las inscripciones:

  • En el anverso tres líneas: roseta - SETIEMBRE - 1873, y la leyenda: Cartagena sitiada por los centralistas.
  • En el reverso dos líneas: roseta - CANTONAL, y la leyenda: Revolución Diez Reales o Cinco Pesetas.

Algunos medios de comunicación haciéndose eco de la historia del Cantón

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